En la Familia Salesiana, en la Iglesia argentina, en particular en la diócesis de Viedma; en Italia, en Boretto, su ciudad natal y en la diócesis de Reggio Emilia; hay hoy un clima de gran entusiasmo: Artémides Zatti será declarado santo.

Queridos amigos de Don Bosco, un rayo luminoso de esperanza interrumpe los sombríos pensamientos de este tiempo marcado por la pandemia y, sobretodo, por tantas guerras, en particular aquella en Ucrania, que acarrean muerte, dolor y destrucción. Una gran buena noticia: la Iglesia universal reconoce oficialmente y certifica la santidad de un salesiano «del fin del mundo»: Artémides Zatti.

Nuestro querido “santo” Zatti es una figura bellísima, la manifestación de la santidad vivida en la cotidianeidad, en la sencillez, en el servicio humilde y jovial, en particular a los enfermos. Encarnó el corazón Don Bosco y la riqueza del carisma salesiano. En él se refleja el aspecto más humano y amable de la Familia Salesiana.

Estaba dotado de un corazón gentil que conocía el sufrimiento. Conocía bien lo que era la pobreza, la migración, la fragilidad y la enfermedad, así como las dudas, las decisiones difíciles hasta la de quedarse con Don Bosco, viviendo plenamente su original vocación de salesiano coadjutor como lo quería Don Bosco: testimonio, cercano a la gente, dedicado al servicio de los enfermos y de los pobres.

Responsable de hospital San José de Viedma, extendió el círculo de sus pacientes alcanzando, con su inseparable bicicleta, a todos los enfermos de la ciudad, sobretodo de los más pobres. Manejaba dinero, pero su vida era paupérrima: para el viaje a Italia con motivo de la canonización de Don Bosco tuvieron que prestarle ropa, sombrero y maleta.

Era amado y estimado por los enfermos; amado y estimado por los médicos que ponían en él la máxima confianza y se abandonaban a la influencia que brotaba de su santidad: «Cuando estoy con Zatti no puedo dejar de creer en Dios», exclamó un día un médico que se había autoproclamado ateo porque para Zatti cada enfermo era Jesús mismo. Cuando un día sus superiores le recomendaron no admitir más de 30 pacientes, se le escuchó murmurar: «¿Y si el 31° paciente fuera Jesús mismo?»

El testimonio de Artémides como vedadero y cotidiano buen samaritano, misericordioso como el Padre, era una misión y un estilo que involucraba a todos aquellos que en alguna manera se dedicaban al hospital: médicos, enfermeros, auxiliares y afanadores de los enfermos, religiosas, voluntarios que donaban tiempo precioso a quien sufría. Estaba atento a escuchar a los pacientes, sus historias, sus angustias, sus miedos. Sabía que incluso cuando no era posible superar la enfermedad se puede siempre curar, se puede siempre consolar, se puede siempre hacer sentir una cercanía que demuestra preocupación por la persona ante su enfermedad.

En todo y siempre era salesiano y salesiano “coadjutor” es decir no sacerdote. La vocación del salesiano laico forma parte de la fisonomía que Don Bosco quiso dar a la Congregación Salesiana. A ellos Don Bosco dijo claramente: «Tengo necesidad de ustedes».

El mismo Papa Francisco experimentó la intercesión eficaz de Artémides Zatti sobre la vocación del laico consagrado, cuando era provincial de los jesuitas en Argentina. En una carta escribió: «En 1976, durante una visita canónica a los misioneros jesuitas en el norte de la Argentina, me quedé por algunos días en el arzobispado de Salta. Ahí, entre un discurso y otro al final de los alimentos, el arzobispo Pérez me habló de la vida del señor Zatti. Me dio también la oportunidad de leer un libro sobre su. Me impresionó el hecho de que fuese un coadjutor para todos los efectos. En aquel momento sentí que debía pedir al Señor, por intercesión del señor Zatti, de mandarnos vocaciones de coadjutores. Hice novenas y pedí a los novicios de hacerlas también». Luego, continua: «Desde cuando iniciamos nuestras al señor Zatti, entraron en el instituto 23 jóvenes hermanos jesuitas que perseveran. Estoy convencido de que su intercesión en este problema, pues, considerando el número, es un caso raro en nuestra orden. Repito que estoy convencido de su intercesión, porque sé cuánto le rogamos como intercesor».

Un espléndido y autorizado llamamiento también para nosotros pedir por la intercesión de Artémides Zatti por el aumento de buenas y santas vocaciones de Salesianos Coadjutores.

En este año dedicado a san Francisco de Sales, defensor y promotor de la vocación a la santidad para todos, el testimonio de Artémides Zatti nos recuerda, como afirma el Concilio Vaticano II: «Todos los fieles de cualquier estado y condición son llamados por el Señor, cada uno a su modo, a una santidad cuya perfección es la misma del Padre celeste». Francisco de Sales, Don Bosco y Artémides hacen de la vida cotidiana una expresión del amor de Dios que se recibe y se corresponde. Nuestros santos querían acercar la relación con Dios a la vida y la vida a la relación con Dios. Esta es la propuesta de la «santidad de la puerta de al lado» o de la «clase media de la santidad», de la que el Papa Francisco nos habla con tanto afecto.

La figura de Artémides Zatti es un estímulo y una inspiración para nosotros para volvernos signos y portadores del amor de Dios para los jóvenes y los pobres. Como he escrito en el Aguinaldo de este año: «también nosotros necesitamos desplegar el «carisma de la visitación» como deseo del corazón de anunciar, sin esperar que sean ellos los que vengan a nosotros, yendo a espacios y lugares habitados por tantas personas para las cuales una palabra gentil, un encuentro, una mirada llena de respeto puede abrir sus horizontes hacia una vida mejor. Artémides Zatti fue un hombre de la Visitación, llevando a Jesús en su corazón, reconociéndolo y sirviéndolo en sus hermanos enfermos y pobres con gozo y generosidad.

¡San Artémides Zatti, intercede por nosotros!

EL MILAGRO DECISIVO

Se trata de la curación milagrosa de un hombre afectado por «ictus isquémico cerebeloso derecho, complicado por lesión hemorrágica voluminosa». El evento tomado en consideración sucedió en Filipinas en agosto del 2016. Una revisión neuroquirúrgica aconsejaba la necesidad de una intervención que no resultaba posible debido a la situación de pobreza de la familia. Entonces los familiares decidieron llevar a casa a su familiar para que pudiera pasar en familia sus últimos días de vida. El moribundo recibió la unción de los enfermos y llamó a sus parientes entorno a sí para despedirse de ellos. En cambio, el 24 de agosto de 2016, contra toda esperanza, llamó a sus parientes diciéndoles que se sentía bien y que quería bañarse y comer. Había sido llevado a casa a morir y luego de pocos días había sanado.

Gracias a la oración del hermano del paciente, un salesiano coadjutor, que comenzó a rezar durante las vísperas comunitarias del mismo día en que el hermano fue hospitalizado, pidiendo su curación mediante la intercesión del beato Artémides Zatti. No sólo esto, este salesiano coadjutor, invito a los parientes a unirse para rezar, invocando intensamente al beato Artémides Zatti.

Don Ángel Fernández Artime