HOJA PARROQUIAL

IV CUARESMA A 19 de marzo de 2023

¡CREO, SEÑOR!

INTERROGANTES DESDE LA EXISTENCIA DEL MAL

Ante el mal, ante la muerte, la enfermedad, la radical deficiencia física, muchos hacen actual la pregunta de los discípulos a Cristo, que se lee en el evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma: ¿Quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? Las desdichas e invalideces que sufren los hombres son un gran problema sobre el que se ha discutido mucho desde la ciencia y desde la religión.

Cuando el hombre nace con taras físicas es difícil explicar el mal. Se dice que el mal es consecuencia del pecado y basta abrir los ojos para ver la prosperidad de muchos pecadores y la desgracia de personas realmente buenas. Además constatamos con frecuencia que los pecadores duermen con sueño beatífico, propio de los justos, mientras que los buenos y santos están a veces atormentados por el remordimiento y los escrúpulos. Es preciso reconocer que la razón humana se encuentra sin argumentos satisfactorios en este ámbito.

La hipótesis de que los hijos padecen el castigo de sus padres es antiguo testamentaria y tiene dificultades casi insalvables. ¿Por qué los hijos de los borrachos heredan una gran carga de miserias, mientras que el hijo del asesino está libre de ellas? La explicación que da Cristo es la única válida: el mal y la tara de nacimiento solamente han sido autorizados por Dios para que se manifieste su gloria. El pecado del ciego de nacimiento es el de todos los hombres, el original; nacemos con limitaciones, somos ciegos.

El aparente remedio casero, y no milagro, de hacer barro con la saliva y ungir los ojos es enormemente expresivo. La saliva que proviene de la lengua es como la sustancia de la palabra, que mezclándose con el polvo de la tierra se aplica para liberar de oscuridades y producir la luz. Dice el evangelista San Juan: «La Palabra era la luz de los hombres». Cristo pide al ciego que vaya a lavarse a la piscina de Siloé. Es toda una enseñanza sobre el bautismo, que exige una decisión personal. El ciego se lavó y vio; y comenzó su misión de atestiguar que ve, para consternación de quienes hacen los esfuerzos más cómicos y ridículos por negar la evidencia. Cuando adquiere la segunda y más profunda visión de la fe, entonces se produce verdaderamente el milagro.

(artículo de Andrés Pardo en “Hoja Dominical” del Arzobispado de Madrid) 

LA PALABRA DE DIOS

SAMUEL (16, 1-13)

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel:
«Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó:
Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo.
orque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.

SALMO 22

R/. EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/.

EFESIOS (5, 8-14)

En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»

JUAN (9, 1-38)

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.» Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

DE LA PALABRA A LA VIDA

  • Jesucristo es la luz del mundo, que ha venido a brillar en medio de las tinieblas. Eso representa el cirio pascual, en la noche santa en que celebramos la resurrección de Cristo de entre los muertos. Todos encendemos nuestros cirios, tomando la luz del cirio, porque Jesucristo nos hace partícipes de la luz que ha traído en su persona. Por ello nos dice: «Vosotros sois la luz del mundo» Somos la luz, pero  no porque brillemos con luz propia, sino porque Jesús nos configura con su propia persona por medio del bautismo.
  • Hoy las lecturas nos ayudan a tomar conciencia de esta realidad. Dios es la fuente de la santidad, y él es siempre quien tiene la iniciativa. Él es quien elige a quien quiere, como hizo con David, sin basarse en las apariencias. Y él es quien acompaña y sostiene en la vocación: «En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante». Sin esa luz que nos ofrece el Señor, estaríamos perdidos. Pero sabemos que él es nuestro pastor, y por tanto no hay nada de lo que debamos preocuparnos. Nada nos faltará si permanecemos junto a él. Realmente su bondad y su misericordia nos acompañarán todos los días de nuestra vida. Por esa razón, hemos de reconocer la tarea que el Señor nos encomienda: caminar «como hijos de la luz», «sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas».
  • Nadie se ha dado la vida a sí mismo, y nadie se ha salvado a sí mismo. Dios es nuestro creador, y su Hijo Jesucristo nuestro Salvador. La vida es un don precioso de Dios. Y cuando por desobediencia nos apartamos de él, el pecado nos dejó malheridos, enfermos de muerte. Pero Dios salió a nuestro encuentro, y como Buen Samaritano, sanó nuestras heridas y nos salvó de la muerte. En el Evangelio de hoy Jesús sale al encuentro de un hombre necesitado, de un hombre que vivía preso de las tinieblas. La gloria de Dios se manifiesta en él por obra de Jesucristo, y la oscuridad deja paso a la luz. Por la promesa de salvación que Dios nos ha hecho, «donde abundó el pecado, más abundante fue la gracia». Ahora el pecado y la muerte no tendrán la última palabra, si acogemos de corazón su Palabra de vida: «Creo, Señor».
  • «El que me sigue no camina en tinieblas». Si somos discípulos de Jesús, participaremos de su luz. Pero seguir a Jesús implica siempre estar dispuesto ser objeto de las burlas y los desprecios de los demás: «Discípulo de ese lo serás tú». Pidámosle a Dios que fortalezca nuestro ánimo, para no dejar de recorrer los mismos pasos de Jesús, nuestro maestro. Que la Virgen María, primera discípula de Cristo, interceda por nosotros, y nos acompañe en nuestro camino.
  • Hoy celebramos el Día del Seminario. En el seminario de nuestra diócesis se forman los futuros pastores, que, a imagen de Jesucristo, Buen Pastor, apacentarán al rebaño a ellos encomendado. Ellos mismos han de aprender a ser discípulos de Cristo, y a configurarse cada día más con él. No dejemos de rezar por el seminario, por los formadores y por los seminaristas. Que Dios siga enviando obreros a su mies, que brillen por su humildad y entrega.

¡SEÑOR, QUE VEA!

Imaginemos que tenemos los ojos vendados, y sentimos que no vemos. En los tiempos de Jesús ser ciego era pertenecer al mundo de los despreciados. Según la mentalidad religiosa de la época, la ceguera era consecuencia de alguna culpa: bien personal, bien heredada de los padres u otros antepasados. Ser ciego era como haber recibido un castigo para toda la vida.

Nosotros a veces tampoco valoramos el don de la visión. Cuando despertamos cada día, entre los muchos regalos que Dios nos hace, también nos encontramos con el milagro de poder ver. El sentido de la vista es uno de los sentidos más valiosos de la vida humana, y a su vez uno de los más útiles para observar y experimentar. Hoy vivimos en el mundo de la imagen, lo que entra por la visión parece que tiene mucha fuerza: por ejemplo, en los anuncios publicitarios nos bombardean constantemente con imágenes espectaculares. Estamos tan por los estímulos visuales que a veces vivimos obnubilados, confundidos; no sabemos discernir qué y para qué lo queremos hacer, y terminamos siendo esclavos de tales imágenes.

Sin embargo, la cultura de la imagen también tiene sus ventajas, pues dicen que una imagen vale más que mil palabras. Si logramos ordenar ese caos frenético social, gracias a la visión podemos representarnos el mundo exterior en nuestro interior, grabar imágenes en nuestra memoria e imaginar nuevas posibilidades, así como ofrecer una mirada limpia y bondadosa a los demás. En esta Cuaresma, toca preguntarnos por el sentido de lo que vemos con la vista física y, sobre todo, con nuestra vista espiritual: los «ojos del alma».

La Cuaresma es un tiempo oportuno para decir adiós a nuestra ceguera espiritual. Por su palabra, Dios nos ofrece iluminación abundante: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero (Sal 119). Sin embargo, dejar la ceguera a un lado también nos compromete: el ciego, cuando finalmente ve, ya no es el mismo, sino una nueva criatura. Habitar en la luz es dejarse guiar por la gracia de Dios: ese don que nos permite participar en la luz de Cristo y ofrecer esa misma luz a los demás: Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5, 17). Todos estamos llamados a dejar la ceguera y habitar en la luz divina.