HOJA PARROQUIAL

DOMINGO DE RAMOS A | 2 de abril de 2023

¡HOSANNA AL HIJO DE DAVID!

LOS SIGNOS DEL DOMINGO DE RAMOS

Es el último domingo de Cuaresma, que sirve de pórtico a la Semana Santa. La liturgia y la piedad popular se unen en la síntesis de este día, verdadera celebración dominical de la Pasión y, a la vez, conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén. El título del domingo «de Ramos en la Pasión del Señor» revela bien el carácter paradójico y de contraste que asocia el triunfo de la entrada con el drama de la pasión. Importa, pues, reflexionar brevemente sobre los «signos» que pone de relieve la liturgia para comprender su significado.

  1. La reunión. El primer signo es el de una reunión inhabitual en el exterior de la Iglesia. Es una convocatoria de los fieles que debe resaltar por su carácter festivo y popular.
  2. El desarrollo. A diferencia de otros domingos, el de Ramos tiene un desenvolvimiento original y pedagógico para introducir en la dinámica del misterio pascual: bendición de los ramos, proclamación de la entrada solemne en Jerusalén, procesión a la iglesia, lectura de la Pasión, para terminar en la Eucaristía del Resucitado.
  3. Los ramos. Como indican las oraciones de bendición, los ramos son destinados ante todo a festejar a Cristo Rey, y a aclamar el triunfo de Cristo. Habría que resaltar con algún gesto festivo, por ejemplo levantando los ramos uniformemente en algunos momentos del canto, su significado de aclamación.
  4. La cruz. En torno a ella se reúnen los fieles. Podría ser una cruz grande, artística, bella, que sería llevada por varias personas, adultos y niños.
  5. La procesión. Es una de las raras veces que este gesto colectivo se propone a los cristianos en domingo. Si no es posible realizar la procesión con toda la asamblea, al menos debe hacerse con alguna representación de sus componentes: niños, jóvenes, adultos, ancianos, religiosas, etc. Es la procesión litúrgica más significativa de toda la Semana Santa.
  6. La Pasión. Es parte muy importante de la celebración. Puede ayudar a su recta proclamación la diversidad de lectores, las diferentes actitudes de la asamblea, las aclamaciones cantadas en algunos momentos.

(artículo de Andrés Pardo en “Hoja Dominical” del Arzobispado de Madrid)

 

LA PALABRA DE DIOS

ISAIAS (50, 4-7)

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

SALMO 21

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso. R.-

Porque tú eres el Santo y habitas entre las alabanzas de Israel. En ti confiaban nuestros padres; confiaban, y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban libres; en ti confiaban, y no los defraudaste. R.-

Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere». R.-

Tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado en los pechos de mi madre; desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios.

FILIPENSES (2, 6-11):

El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobretodo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

MATEO (26, 14-27):

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho». Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos. ¿Qué decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte».

DE LA PALABRA A LA VIDA

MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Jesús al entrar a Jerusalén se abre paso, entre una multitud ilusionada, como la que imaginamos que se formará en nuestras procesiones de Semana Santa en la calle.

Pero no entra en Jerusalén embriagado por las alabanzas que recibe, sabiéndose inmortal y glorioso.

Avanza culminando un camino que le ha traído hasta aquí para ser entregado y morir por nosotros. Ni siquiera en este momento de éxito y aclamación puede olvidar que quienes hoy le rodean con palmas como triunfador se verán decepcionados ante su rechazo de dominación y su modo de vivir el poder como servicio y entrega.

Sabe que esta gloria que ahora recibe es infantil, caprichosa y que no dudará. Por eso tiene un sentido profundo que las procesiones de hoy estén llenas de niños, porque aquellos habitantes de Jerusalén, como nosotros, somos como niños ante la realeza, buscamos poder y seguridad.

Pero la realeza de Cristo no es esa. Intuimos en la figura sobre la borrica otro modo de ser rey. La majestad de quién se entrega por encima de éxitos, aplausos. De quién nos busca como seguidores y no como vasallos.

Comenzamos en el domingo de Ramos nuestro camino definitivo, renovados en nuestra fe tras atravesar el desierto de Cuaresma, sabiéndonos llamados a enfrentar las preguntas fundamentales de nuestros seguimiento:

¿Qué he hecho por Cristo?

¿Qué hago por Cristo?

¿Qué debo hacer por Cristo?